Palabras interiores frente al mar

Bajo a la playa con el amanecer y agarrada esta letanía al estómago, recitando el orden cambiante de las palabras. Con la idea de que en eso se va el mes de agosto, en tratar de entender estos collares de palabras interiores.
Herir, morir, matar, llorar, equivocarse, buscar, sufrir, amar –sí, amar–, seguir, sentir, rodar…
Como aquí, frente al mar, buscando entre la espuma de los días; en las palabras, las ideas, el movimiento que se demuestra… ¡Y quién sabe cómo se demuestra y a dónde se dirige todo!
A estas horas el frio abarrota la playa. Camino deprisa por la orilla y hago rebotar una piedra en el agua.
Parece que todo produce ondas gravitacionales [en el espacio], o eso he leído… También la piedra, también nuestros pequeños movimientos. Me pregunto que interés tienen si atraviesan solas el vacío o la Nada. O quizás son ellas, nuestros movimientos detrás de ellas, las que empujan la Nada, las que crean el Absoluto, las que imaginan el regazo de Dios en el que se repiten extraños collares de palabras; esas letanías interiores que nos acompañan.
Quizás el Absoluto sea el eco de nuestras llamadas, de nuestras letanías; quizás si dejamos de recitar el Absoluto sea Nada; quizás clamar ante la Nada convierte nuestro llanto en Absoluto. O tal vez baste cerrar los ojos e imaginar que todo es, que las ondas gravitacionales, el regazo de Dios, las palabras interiores, el llanto, el eco del Absoluto… que todo es y todo grita agarrado con rabia de existencia a nuestros pasos.
Como aquí, ya con el sol amarillo y los pies fríos, sentado en mi tabla de surf y agarrado a los collares de palabras interiores, al ritmo de mis letanías y a las olas, al silencio y a la mirada sin sombra del verano.
Que profundo Gonzalo!!
Practica mucho surf, este inspira mucho.