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De la mano de los poetas

26 de febrero de 2020

Buscamos la mano de un padre, el beso de una madre, la caricia de un hombre, de una mujer. Y encontramos el dolor en nuestra búsqueda. O lo creamos y no sabemos cómo asumirlo ni cómo convertirlo en parte de esa búsqueda.

Buscamos tocar la sabiduría aun en la ignorancia, aun en el desconocimiento de buscarla.

Caminamos sobre los errores paso a paso y tratamos de pisar sobre las mismas huellas con el miedo atado al camino, al vacío, a la soledad, al tiempo que corre sin entender que no existe, que fue inventado para acostar a la muerte, para detener el paso y por fin mirar.

Aquí estás tú, a mi lado, como también vosotros. Y yo trato de entender entre mis palabras, entre las frases que cabalgan cada instante.

No sé si llego a la hora y mando un whatsapp para pedirle perdón por el retraso. Las colas del banco duran más de lo que uno espera, como las del médico o las vacaciones. Además, el tráfico ha colapsado la ciudad porque hoy juega el Madrid contra el Besiktas en la Champions y todas esas almas gritan apoyadas en las antorchas rojas. “No voy a llegar a tiempo, perdona que te haga esperar. He salido del despacho más tarde de lo que quería y tenía que cambiarme de ropa.” Ahora hay menos tráfico y he escuchado el clamor sordo saliendo del estadio. Parece que chispea. Y sobre todo eso y lo que tú y vosotros y yo sabemos, como también todas esas voces que aclaman a su equipo, incluso cuando no lo sabemos con las certezas de las palabras o las dudas de las frases, es que seguimos caminando sobre los mismos pasos; solo a veces pisamos el abismo y nos balanceamos conscientes de haber rozado la sabiduría, pero rápidamente volvemos a la senda para no darle una pista al tiempo, para que no sospeche que puede acostarnos pues ahora preferimos seguir buscando a haber encontrado la respuesta.

Nuestros pasos siguen pisando las preguntas y huyen de las certezas del final. Solo los idiotas creen pisar las respuestas y pueden seguir caminando como si el tiempo existiera. Solo los idiotas y los dioses que a veces bajan a visitarnos. Y quizás el arte cuando pisa el abismo y es capaz de mirar bajo sus pies, pero no logra desprenderse de la suela y sigue preguntándose qué es verdad, qué es cotidiano, superfluo, profundo, qué sentido tiene pasear sobre el abismo o seguir la senda de la duda con la seguridad reconfortante de que no desaparecerá bajo nuestros pies.

Quién sabe qué es todo esto, pero de la mano de los poetas (y cito a Chesterton al decir que todos somos poetas) buscamos con los ojos más abiertos. Lo vi una vez que caminé sobre el vacío y pude abrir los ojos. Allí estaba su palabra.

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