Maneras de volver

Hay muchas maneras de volver y todas son quedarse. La única diferencia es a qué lado.
Volver del lado del silencio, de no salir de un mismo círculo sobre el que permanecer tumbado y sin palabras.
Volver a no estar, a tratar de salir, a quemar el aíre y caminar con la misma ausencia de huellas de no haberse ido. Sí, eso también es volver; rodar en la sombra en que habitamos. Y quedarse paso a paso, en el recuerdo derramado sobre el papel.
Volver con palabras como huellas, con puños como sangre, con tinta en el regreso, bajo las mismas palabras que flotan en aguas estancadas, que no significan nada si no se empeña uno en acariciarlas, en amarlas aun putrefactas.
Quedarse en el lugar de antes. Tras la guerra, el mar, los dioses. Tras el tiempo ausente que camina sobre los pasos que disimulaban la muerte. O quedarse en el lugar al que huiste; volver a huir, a marcharse, a no regresar.
Como los caminos de Rafael Soler, a quién robo (sin arrepentimiento ni contrición prevista) el título de este texto que volvió sin haberse ido nunca, que escribió en silencio hasta encontrar otra manera de quedarse, de poner las cosas en su sitio.
Volver como el cansancio, el odio, el amor, que siempre se queda hasta que vuelve. Como el tiempo, que nunca se mueve e imperturbable nos ve ir y volver. Como las moscas, los excrementos, las flores, las nubes, el dolor, la angustia, la esperanza, la duda, la pérdida, las palabras.
Y siempre hay un motivo cualquiera, como dejarse el teléfono, olvidar los zapatos, perder la virginidad, esconderse tras el centeno, que tu madre acabe de morir, que te tiren chocolate en la camisa; como llegar a un lugar donde la muerte te habla, vivir en una cabaña en la Argentina, que llegue el mes de abril, que tengas una cita o que haya rebajas, que llueva al otro lado… ¡Qué importa! Hay maneras de volver sobre los pasos de hierro, sobre los ojos cerrados, sobre la imagen de palabras. Volver a ningún sitio, porque (ya lo he escrito), volver es no marcharse. Es darse cuenta. Nada más.
No hay pasos ni sangre ni palabras ni tiempo ni dinero ni lugares ni sueños ni verdad ni ilusiones que te lleven tan lejos como para que volver se convierta en otro viaje. Quizás la risa o el llanto, quizás el amor o el odio; el vacío, la ausencia o… No, en realidad, todo es quedarse. Quedarse a cada paso más lejos.
Yo salí de este blog porque una nueva novela agarró con rabia todas mis palabras. Pero ahora regreso a estos textos de donde nuca me fui, pero que habían quedado en silencio. Y paso a paso trataré de regresar a otras orillas de las que la vida nos aleja. O quizás no, quizás en algunos casos vuelva a escapar. Quién sabe.
Bravo Gonzalo!. Vuelve…..porque siempre merece la pena leerte. Un placer
Gracias a ti, Elena, por leer(lo)
Vuelve siempre a escribir más Gonzalo.
Esa primera frase… espectacular
Volver con palabras como huellas…
Yo quisiera volver a navegar por mis orillas, leerte me anima a hacerlo