La muerte junto a la escena

La última escena que recuerdo es la mía entrando en una curva, después no recuerdo nada hasta que volví a abrir los ojos: estaba tendido en el suelo y cinco policías me rodeaban. Tenía la cabeza entre las piernas de un policía que evitaba así que me moviera, por si tenía alguna lesión grave. Pronto llegó el Samur, me hicieron una serie de pruebas, me quitaron el casco, me subieron a la ambulancia, respondí un montón de preguntas y me hicieron más pruebas. Todo resultaba confuso. Era 11 de abril, estaba en Madrid, y había vuelto a nacer.
Hace de eso una semana y el dolor recorre todo mi cuerpo desde entonces. Atenuado, eso sí, por las múltiples pastillas que me atontan. Las radiografías muestran que no me he roto ningún hueso, solo un par de fisuras en las costillas, una herida en el hombro y la sensación de una mano apretándome las entrañas y clavando las uñas en la carne. Más una moto destrozada y un casco reventado por haberme salvado la vida.
Si toco el punto donde más me duele casi tropiezo con la columna: he tenido mucha suerte. Eso me dice la policía, los médicos, mi familia, mis amigos… Sí, no hay duda, la he tenido.
Entre esas dos imágenes, entre el motorista que entraba en una curva y el herido que abre los ojos, está la muerte. Pero, sin un por qué, sin una pregunta, se sentó a un lado y se contentó con rozarme. Observó la escena y se fue.
Y si bien es cierto que el azar, la providencia, el destino, mi ángel de la guarda o lo que he olvidado hicieron que la muerte pasara de largo, también lo es que, mientras estaba tendido e inconsciente, la policía rodeó mi cuerpo inerte pensando que podía estar muerto. Luego abrí los ojos y entonces, al ver que respondía con cierta coherencia y que no padecía daños neurológicos, la posibilidad era una lesión grave en cuello o columna. Eso me dijo el policía para evitar que tratara de moverme. Pero tampoco sucedió. Me metieron en el Samur, me hicieron las preguntas y las pruebas pertinentes y me curaron la herida del hombro. Bruno vino a buscarme con un taxi y me llevó a su casa donde también estaba Victoria; mientras, el dolor gritaba con voz punzante que estaba sano y salvo.
Aún es pronto; todavía siento fuertes dolores en la mayor parte de mi cuerpo y estoy demasiado atontado por los analgésicos como para saber qué pienso de todo esto o si va a afectar de algún modo a mi vida. Sin embargo, sé que, por un momento, estuve muerto. Que así lo creyeron. Y que, un segundo antes de que la muerte se sentara a un lado, no hubiera podido imaginarlo.
“El azar, la providencia, mi ángel de la guardia o lo que he olvidado “..sería el Mektoub en árabe como lo es la palabra azar que significa en realidad la Suerte “El zahar”.Lo siento por este accidente que tuvo y espero que se mejore pronto.
Djamila
Me gusta la palabra, gracias Djamila
I Me alegro de tu suerte. Cuando la “flaca segadora” se posa a tu lado, nada pregunta y no notas su su aliento. Se limita a rozarte y ni siquiera percibes si te ha arrastrado consigo o no. Sólo al cabo de los días,y ya sin dolor, reconstruyes lo ocurrido. Al menos esa fue mi experiencia…….. larga vida y carpe diem. Besos analgésicos.
Experiencia compartida, Miguel. Muchas gracias por los “analgésicos”. Un beso
Me alegro que no haya tenido mayores consecuencias, los que montamos en moto sabemos que cuando nos subimos sobre las dos ruedas le tenemos que hacer un sitio a la suerte. Aunque a veces, caprichosa ella, se nos baje en cualquier curva. Ánimo amigo, un fuerte abrazo.
Es verdad, Gonzalo, y en este caso parece que le hice un buen sitio. Un fuerte abrazo