La búsqueda de la felicidad

Hoy es 15 de enero, ayer fue mi cumpleaños, y con este título no quiero escribir un texto teórico ni pretendo hablar de Thomas Jefferson o de la Declaración de independencia. Y no sé por qué cuando pienso en la búsqueda de la felicidad, no puedo evitar el llanto. Se abre el grifo y no logro dejar de llorar. Es como si la felicidad me alejase de la alegría; como si al pensar en ser feliz empezara a deshacerme. Y en ese llanto me siento reconfortado, alejado de la banalidad cotidiana. Entonces vuelve la risa, mezclada con el sabor amargo, con los recuerdos, con la imaginación perturbadora. Ahí está, alejando lo vulgar, despejando el dichoso camino.
Soy escritor. Ese es mi camino, mi empeño, mi búsqueda. Pero solo es una parte.
Acompañando esa búsqueda, ese camino, esa rabia ante la estupidez y la vulgaridad hay más. Mucho más.
Mi familia, mis amigos, yo mismo; aquellos a los que aún no he conocido, a los que querré; a quienes he olvidado, pero quise; tantos escritores a los que he leído y otros a los que leeré; los lectores a los que he llegado; los lectores que serán y… quién sabe quién más.
Sin duda, la otra parte de mi camino eres tú.
No pienses que hablo de otros; si estás leyendo estas líneas, hazme ese favor, date por aludido.
Todo es parte de lo mismo.
En distinta medida, es cierto, pero parte del mismo todo.
Al fin y al cabo, vivimos en el mundo que imaginamos, en la visión que somos capaces de formar. Nuestra percepción es la que crea el mundo. Supongo que es la visión de un fabulador, pero es en la que creo. Incluso cuando se desmorona. Porque es así, también mi percepción del mundo, aquello en lo que creo, lo que soy capaz de imaginar, se desmorona. Y entonces me empeño en recomponer los pedazos, en sentarme a escribir estas líneas, en observar la angustia o el desasosiego y ser capaz de seguir buscando.
Parece que solo es posible alcanzar nada. Y quizás esa sea la respuesta, la solución inaprensible.
Es este un texto breve, apenas un puñado de palabras; una búsqueda entre líneas. Ahí está la respuesta, puedes creerme.
En fin, gracias por el viaje. Por la compañía.
Felicidades con atraso González y gracias a ti por el camino
Oye Felicidad, sólo pude reconocerte cuando ya te habías ido.
Así es. Cuantas veces apreciamos lo que ya no tenemos
Querido Gonzalo, la felicidad emociona, igual que los recuerdos, los buenos recuerdos, claro.
Has escuchado una canción de Charles Aznavour que se titula “Mes amis, mes amours, mes emmerdes”?
Fuerte abrazo
Sí, la conozco. Aznavour es un cantante que me gusta mucho.
Si apreciado Gonzalo, me doy por aludida y me emociono contigo igual que río cuando toca reír. Es mi primera visita a tu blog, no será la última.
Muchas gracias, Fefi. Este es tu espacio, tu casa, ya lo sabes.
Querido Gonzalo,
muchas gracias por esta maravillosa entrada con la que defines muy bien los sentimientos comunes que nos unen como seres humanos.
Es un privilegio poder leerte y mucho más compartir tu amistad. Espero con impaciencia tu última novela. Eres un magnífico escritor.
Un fuerte abrazo
Muchas gracias, Francisco, es un privilegio tener amigos y lectores como tú, con los que conectar a través de las palabras.
oye Manglano la felicidad es como la amistad, un regalo divino que no se compra ni se vende…