Aunque no hayas entendido nada

He ido a comer al parque. Allí estoy, sentado con todas esos miles de millones de personas alrededor sin que nada importe. Sentado con cien proyectos ardiendo sin que nada importe.
La alarma; hora de volver.
Y el tiempo colándose entre las ventas, los saludos, los consejos, las sonrisas, las quejas, el dinero, las bolsas, los detalles, las dudas, el papel, las luces demasiado blancas y directas.
De nuevo en la calle.
Se nota que se acerca el verano, es tarde y aún hay luz. Aún hay tiempo para acercarse hasta la playa y tomar una cerveza. O para un paseo por el mismo parque, una brisa ya cálida, un libro. Comer, dormir, soñar. O nada de todo eso, depende del día.
El despertador. Y una de las cosas de ayer o quizás todas. Y luego unos amigos, unas copas, unas risas. Ahí mismo, sin recuerdos ni deseos. Un buen rato y seguido.
Y… y así pasan los días, los meses, los años, las décadas, los siglos, las vidas, el tiempo… entre miles de millones de personas que, no mientas, te resultan indiferentes. Tan cercanas, parecidas, amadas, odiadas, incomprendidas, deseadas… como indiferentes. Lo mismo que el tiempo, las risas, el mar, los proyectos, la alarma, todo tan necesario como indiferente; tan anhelado como prescindible.
Podría haberme quedado en el banco del principio, sin hacer otra cosa, sin vivir; sin empeñarme en llenar de otra cosa el vivir. Y lo único que me preguntaría es si has leído esto. Como ahora, como después de haber llenado todos esos días sin más. ¿Sabes de qué hablo? Si lo has leído puedo volver a sentarme y olvidarme de seguir llenando la misma caja vacía.
Pero me temo que no puedo imaginar que lo hayas leído si no me empeño en arrastrar los días, en llenarlos para no volver a ese mismo banco con las manos vacías, para levantarme y, aún con las manos más tristes, más ásperas sin duda, poder imaginar que lo has leído y que, si lo has hecho, sabes de qué va todo esto aunque no hayas entendido nada.
Gonzalo, cayendo en la tentación de leerte mas bien, en esta tarde de sábado desde el juzgado más prosaico imposible y deseando estar en tu parque sin entender nada que a veces ni falta hace
En un juzgado, en un paseo, en un parque, en una tienda… Lo de prosaico… Bueno, quizás en esa forma de plantearlo esta parte de la esencia de la pregunta que plantea el texto.
Lo he leído. Si digo que lo he entendido miento, pero lo he leído dos veces para ser exacto. Cada vez he creído entender cosas diferentes, con lo que he concluido que no lo he entendido.
No he querido leerlo una tercera vez para no aumentar mi confusión.
Feliz cumpleaños Gonzalo. Un abrazo muy fuerte.
La única respuesta está en la propia interpretación. No siempre, pero sí en este texto. En cierto modo se trata de un texto escrito al revés, en respuesta a una duda, quizás una pregunta, que al leerlo llega a formularse.
Gracias por tus lecturas. Y después de las dos… ¿qué queda después, en ese no entiendo nada?
Esperando tu indulgencia, por unos breves momentos me he atrevido a sentarme en tu banco. En ese banco, donde un día ya lejano en el tiempo decidiste encontrarte en tus pensamientos para reflexionar sobre tu existencia y buscar la propia identidad de la vida.
Me senté al lado de tu esencia que aún permanecía presente y comprendí el significado del texto que me habías dado la oportunidad de leer. Comprendí al poeta soñador, al filósofo, al luchador en busca de nuevas aventuras literarias que tan celosamente guardas en tu interior.