Un único parpadeo

Qué difícil es saber que ya eres otro. Que las cosas han cambiado, que has podido afrontar lo que temías, que has empujado de golpe el pasado y que te sientas y miras el paisaje tratando de saber.
Qué difícil es entender que ya no hay más que hablar, nada que añadir salvo que ya está; que has luchado, que has logrado entender que nada es tan difícil y que nada importa demasiado.
Qué difícil es saber que ya no eres quien la costumbre te recuerda; el que queda al otro lado del camino, aun dudando, sin acabar de aceptar que se ha acabado.
Qué difícil es desprenderse del cariño a quien largo tiempo te ha acompañado; a quien has creído ser sin aceptar del todo, a quien ya no es porque ha cambiado. Pero te mira insatisfecho, perplejo, desconcertado. Y trata de cargarte los fardos del pasado.
Solo queda gritar adiós con fuerza, con el mismo momento en que todo cambió, decir ese ya no soy yo y entender que de nuevo has empezado. Que ya no sirven los viejos días, los tiempos y miedos de antaño; que hoy eres otro, joven, renacido, pero que aún duda al verse en el espejo, al reconocer a quien tan largo le ha acompañado.
Y allí te quedas dudando y sin saber, tratando de entender si el cambio te ha atrapado, o si, como imaginabas ayer, has conseguido saltar.
Qué difícil es librarse de esa mirada; tan difícil que un único parpadeo bien puede durar una vida entera.