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La primera mujer y Don Quijote

29 de enero de 2019

Golpeado por la insidia del tiempo y la realidad, Don Quijote ha luchado contra enemigos anacrónicos sin perder viejos ideales ni sueños ni libros ni amor platónico.

Contra la cordura inhumana, contra tantos motivos y sus argumentos contantes y sonantes.

Y llora con un solo de cello lamiendo melancólico los días, arrastrando el sonido de las palabras, llorando sobre el papel, con la herida abierta y el mundo en carne viva.

Y canta con la primera mujer.

En Estambul.

No, esta vez no es Dulcinea. Hoy es Helena Bayo la que empuja a Don Quijote, la que le mantiene en pie.

Helena es la primera mujer que ha dirigido una ópera en Turquía. Lo ha hecho la primera vez que aquí se ha puesto en escena Don Quijote, de Jules Massenet. Y lo ha hecho de la mano del Instituto Cervantes de Estambul, del que soy director.

La música y las palabras han inundado Estambul durante una semana; han empujado lo cotidiano, lo habitual, lo esperado; han empuñado la batuta y han corrido sobre las aguas del Bósforo.

Estos días, Don Quijote, aquí, en Estambul, es nombre de mujer.

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