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Instinto de supervivencia

19 de julio de 2016

Estoy cansado. Mortalmente cansado. Y resulta ridículo estar cansado de uno mismo y escribir sobre ello. Pero no encuentro otro camino.

No sé como es en otros casos, nunca he sido otro. Lo he intentado, pero no lo he conseguido. Puedo decir que he querido a cada uno de los personajes que he convertido en seres vivos. Lo sé, es pretencioso decir algo así, es verdad, pero no puedo evitarlo, tengo que creérmelo. Si no, ¿qué me queda?

Estoy cansado de tener que creer, de tener que imaginar que lo voy a conseguir. A conseguir qué.

Es tarde, estoy tumbado en la cama. Desnudo. No por el calor, es que no aguanto la ropa en la cama. Y hace un rato he visto una cucaracha tan grande que podría tener una conversación con ella y no desentonaría como contertulio . No puedo dejar de imaginar que entra en mi habitación, se sube a mi cama y me abraza.

Eso me ha quitado el sueño.

No solo pienso en mis personajes. También en mis amigos. En los que de verdad lo son, en aquellos por los que daría la vida y me sentiría honrado de poder hacerlo. Por los que me gustaría ser lo suficientemente bueno para no fallarles nunca, para estar cuando lo necesiten. En Mónica, claro. El amor de mi vida. La persona que aguanta todas mis estupideces. Bueno, no es la única que las aguanta, pero sí la que más.

Todo son expectativas. Deseos de éxito. Profesional, personal. Y eso no es más que un vacío absoluto. Aquí, ahora, trato de olvidar todas esas malditas expectativas. Todas esas ideas de que servirá para algo. Cuánta tontería, Dios mío. cuanta tontería de la que no seré capaz de separarme nunca.

Sé que mañana me levantaré temprano y me pondré a escribir otra vez, sé que lo haré porque lo necesito, porque me hace sentir bien. Porque ahí creo encontrar mi identidad. Y sé que miraré estas palabras con una melancolía que ya no entenderé.

Pero hoy necesito saber que nada tiene sentido, que no importa, que no sé qué tengo que esperar. Necesito descender, perderme, deshacerme de mi mismo por unas horas. Solo así podré volver a abrir los ojos, a mantener la inocencia, a creer que algo es posible. Incluso que todo es posible.

Y ahí en medio, entre esos dos polos opuestos, es donde debo encontrarme. Tal vez algún día logre llegar a ese extraño termino medio en el que otros logran habitar. Seamos serios, nunca llegaré a ese termino medio donde está la tranquilidad de espíritu. Y estaré convencido de que es mejor así.

Sí, querido Kierkegaard, lo sé, no dejo de pasear por tu paradoja absoluta. Y de vez en cuando, resulta agotador.

Pero es gracioso ver cómo el otro lado empieza a despertar, cómo se ríe de este texto, cómo sabe que tengo todas las posibilidades y que en esta derrota, apenas estaré unas horas. Debe ser eso que llaman instinto de supervivencia.

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